San Ignacio era discípulo de San Juan el Teólogo y sucesor de los Apóstoles, y se convirtió en el segundo Obispo de Antioquía después de Evodio. Escribió muchas epístolas a los fieles, fortaleciéndolos en su confesión y conservando para nosotros las enseñanzas de los Santos Apóstoles.
Conducido a Roma bajo Trajano, fue entregado a los leones para ser devorado, y terminó el curso de su vida terrestre en el martirio en el año 107. Sus restos corporales fueron recogidos cuidadosamente por los fieles y llevados a Antioquía.
Se le llama «el Teóforo» porque llevaba a Dios en su interior y su corazón ardía de amor por Él. En su Epístola a los Romanos, capítulo 4, les dice a estos implorándoles que no intenten librarlo del tan largamente anhelado martirio: «Trigo soy de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan puro de Cristo».
San Juan Crisóstomo tiene una homilía en honor de la traslación de las reliquias del Santo (PG 50:587).