martes, 27 de octubre de 2020

“La urgencia de la unidad cristiana”. Artículo del Archimandrita Demetrio


El 23 de agosto pasado, gracias a la fraternidad ecuménica de Mons. Carmel Zammit, Obispo de la Diócesis Católica de Gibraltar, tuve la gozo de celebrar la Divina Liturgia para la pequeña comunidad ortodoxa de esa ciudad con ocasión de la clausura de la Fiesta de la Dormición de la Madre de Dios. Previamente, estuve presente en la Eucaristía celebrada en la catedral católica de Santa María Coronada.


A pesar de las muestras de respeto mutuo no pudo dejar de dolernos la separación de nuestras Iglesias. Era norma en la antigüedad el definir la verdadera fe como "ortodoxa" y la Iglesia como "católica". El término "ortodoxo" era empleado por todas las Iglesias antiguas para expresar su unión de fe con la Iglesia de los tiempos apostólicos. Las diferencias comenzaron cuando se quiso explicitar lo que esta unión de fe significaba para cada Comunidad.


Si admitimos que Dios ha creado al hombre para divinizarlo, para conducirlo a los esponsales divinos, debemos admitir también una concepción dinámica de la Iglesia. No podemos, simultáneamente, afirmar que Dios existe y, a continuación, cerrarnos a los demás. Aunque exista una división entre los cristianos, en lo profundo de nuestro ser seguimos siendo uno. Cuando en las Comunidades no ortodoxas se celebra una Liturgia Eucarística que nutre a sus santos están dando testimonio de un grado de eclesialidad que debe admitirse como legítima en una teología activa de la Iglesia. La existencia de un santo es suficiente para contestar radicalmente nuestra división en el sentido de que esta santa persona, en cierta manera, ha superado el pecado de división de los cristianos a lo largo de la tormentosa historia de la Iglesia.


Me parece que san Serafín de Sarov o san Francisco de Asís, así como otros grandes siervos de Dios han realizado en sus vidas la idea de la unión de las Iglesias. Estos santos son ya ciudadanos de la Iglesia universal y única y que han, por así decirlo, sobrepasado las divisiones confesionales en su estado superior. En las alturas, con su santidad, han derribado las murallas de las que el metropolita Platón de Kiev decía: "Las murallas de nuestras divisiones no llegan al cielo".


Dios está más allá de lo que podamos pensar o decir. Como hemos sido creados a imagen de Dios, el amor humano y la experiencia que haga el hombre de su libertad para el bien o para el mal, en las ciencias o la técnica, en el arte o la vida diaria, todo esto son "misterios", es decir, realidades sin fondo. De la misma manera, la Iglesia está lejos de reducirse a una mera institución, una realidad del mundo espacio-temporal, un fenómeno sociológico y jurídico; la Santa Iglesia es un "misterio divino-humano" que se sitúa más allá de lo que vemos, decimos o comprendemos. Sólo Dios conoce los límites efectivos de su Iglesia. Debemos rechazar la confusión entre lo que podemos percibir o concebir humanamente y la realidad efectiva de la Iglesia. De la unidad, de la santidad, de la catolicidad y la apostolicidad hay, ciertamente, diversos grados fuera de los límites visibles de nuestras Iglesias. Debemos admitir con alegría y acción de gracias que por y en el Espíritu Santo, la redención de Cristo resucitado espera a todos los hombres y mujeres ¿Cómo podemos pensar que el Espíritu Santo, extendido ampliamente en Pentecostés, no actúa de manera deificante sobre aquéllos que guardan inquebrantable fidelidad a su fe? No debemos pensar en la Iglesia como institución sino como la Esposa virginal del Resucitado conforme a la teología matrimonial de san Pablo (Ef. 5, 29-33), bien entendido que Esposo y Esposa son un mismo cuerpo y que allí donde está Cristo también está su Iglesia.


El ecumenismo, que no pretende hacer una Iglesia más grande y poderosa porque nada es de ella sino de su divino Señor, supone la conversión, el arrepentimiento y la humildad. Es lo contrario al proselitismo: no se trata de convertir a otros, sino a uno mismo. No se trata de vivir y pensar contra el "otro", sino de vivir y pensar hacia "él". En cualquiera de las Confesiones a las que pertenezcamos debemos pasar, onerosa pero saludablemente, por el crisol purificador de una "metanoia", de un arrepentimiento.


Los cristianos orientales han padecido a lo largo de los años una serie de sufrimientos que no han afectado a Occidente. También han vivido en una gran pobreza, lo que ha suscitado entre ellos unos Santos que han brillado con una luz inimaginable. La confianza de los ortodoxos en la gloria de su Iglesia es una necesidad saludable para el resto de la Cristiandad. Cuando los orientales abandonen su recelo contra Occidente descubrirán su propio genio y su fuerza espiritual así como su aportación a la civilización mundial. En ese momento, el diálogo con Roma deberá ser en igualdad, sereno, lejos de toda polémica y libre de autodefensas. Quizás entonces los ortodoxos otorguen al Obispo de Roma las prerrogativas necesarias para ayudar a "la prosperidad de las santas Iglesias de Dios" en todo lo que sea necesario. Lo único que piden los cristianos orientales es estar enteramente presentes, tomando parte en todo lo que concierne a la acción y al testimonio común.


Gracias a la bondad de nuestro Dios, proclamamos el mismo Evangelio; celebramos los sacramentos; en la diversidad de nuestras Liturgias nos dirigimos al Padre, por el Hijo en el Espíritu Santo; recibimos los siete Concilios ecuménicos; veneramos a la Santísima Virgen María y gran número de santos comunes. Todo ello son señales que nos llaman a la comunión "sin absorción ni fusión, sino un reencuentro en la verdad y el amor".


En ese diálogo Dios nos hará descubrir sus "maravillas. Él, que hizo de nosotros una sola Iglesia durante mil años, será capaz de hacernos considerar mutuamente a nuestras Iglesias, bajo la inspiración del Espíritu Santo, como: "Iglesias hermanas, responsables juntas de conservar a la Iglesia de Dios en su fidelidad a la voluntad divina".



Archimandrita Demetrio

lunes, 26 de octubre de 2020

Homilía del Archimandrita Demetrio para el día de su onomástica


San Demetrio, originario de Tesalónica, vivió en la época de los emperadores Diocleciano y Maximiano y sufrió martirio por Cristo a principios del siglo IV. Su muerte fue así: un celebra gladiador de origen pagano y favorito del emperador, llamado Lyaios, se presentó en el estadio de Tesalónica retando a la población a que luchara contra él. El joven soldado Néstor, compañero de san Demetrio que ha había sido arrestado por su condición de cristiano, aceptó el reto no sin antes acercarse a la cárcel a pedir la bendición y oraciones de san Demetrio. En la lucha, san Néstor mató al gigante gladiador dejándolo tendido en la arena. Maximiano montó en cólera y averiguando donde estaba la causa de la victoria ordenó matar a Demetrio y a Néstor. Este hecho es el que se resume en el himno que cantamos cada 26 de octubre: " La cristiandad ha encontrado en ti un gran aliado en los momentos de peligro, oh atleta victorioso de las naciones paganas. Tú que has humillado la insolencia de Lyaios alentando a Néstor en el estadio, ruega a Cristo Dios, oh gran mártir Demetrio, que nos conceda su gran misericordia".


¿Qué significa para nosotros, cristianos del siglo XXI, este hecho heroico, este martirio ocurrido hace 1700 años?


El martirio ha sido situado y ha sido celebrado por la Iglesia antigua como el grado más alto de la vida espiritual y el culto a los santos fue, en sus comienzos, el culto a los mártires. El misterio de la sangre voluntariamente derramada transforma al hombre en "eucaristía": el mártir no es solamente "amigo" de Cristo, sino que se convierte también en "partícipe" de la vivificante Cruz del divino Salvador. Así como la Cruz de Cristo se identifica con su resurrección, también la sangre vertida por el mártir se contempla, al mismo tiempo, como vino eucarístico y como vino de embriaguez espiritual. En el punto álgido de su "pasión" el mártir experimenta la alegría inefable de Pascua. El mártir no tiene miedo a la muerte porque Cristo ha vencido a la muerte y la ha cambiado por resurrección. No es un estoico, ni necesariamente un asceta ni, con frecuencia, menos aún un combatiente voluntario; por lo general es una persona humilde que, no obstante, en lugar de volverse insensible o rebelarse en el momento de la prueba, se abandona totalmente a Cristo con infinita confianza. Entonces Cristo los libra del dolor sustituyéndolo por alegría. Así. por ejemplo, en el martirio de las santas Perpetua y Felicidad. vemos a ésta última gemir en prisión por los dolores de parto de su hija y mientras el carcelero se burla de ella, Felicidad encuentra la fuerza para responderle: "Ahora soy yo sola la que debe soportar lo que soporto, pero has de saber que en la arena será otro el que soportará en mi lugar lo que yo sufra por Él". Y tal como figura en el relato de su martirio, la santa apareció durante el tormento en un estado de éxtasis.


¡Qué lección para todos nosotros! Ante estos hombres y mujeres que recibían la muerte pronunciando palabras de amor, la sociedad romana de la época y sus dirigentes empezaron a adquirir una cierta toma de conciencia y a interesarse poco a poco por los nuevos valores que proponían estos adeptos a Cristo. La no sumisión en nombre de la conciencia y de la fe, es decir, en nombre de la más alta libertad personal, esta extraña conducta de oposición "no por odio, sino por amor", terminó por demostrar durante los primeros siglos de la era cristiana, que el poder del hombre se encuentra limitado por el misterio de la persona. Así, en el año 313, el poder romano  tuvo que reconocer oficialmente la libertad religiosa para los cristianos, y con ello para todos, bajo la forma de decreto imperial conocido como el Edicto de Milán. Este hecho fue verdaderamente obra, junto a otros, de san Demetrio.


Bien es verdad que la sociedad cristiana traicionó con frecuencia, más tarde, su lucha por la libertad. Nuestra Iglesia Ortodoxa ha continuado constantemente aplicando el principio de "lo único necesario" con un asombroso ejemplo: la continuidad de sus mártires. No sólo de los mártires de los emperadores paganos o heréticos, sino también de la época de la ocupación otomana, con numerosos mártires griegos bajo el poder turco, así como los casos ocurridos bajo los regímenes totalitarios del siglo pasado, mártires torturados o ejecutados en los gulags u otros lugares de detención.


La enseñanza de los mártires es que Dios, y sólo Dios, es la verdadera libertad del hombre. El cristiano, aún estando en el mundo, no es del mundo y, por tanto, lo puede cambiar. La presencia de la Iglesia entre los hombres de todos los tiempos, su capacidad de independencia, la fuerza del testimonio de "lo único necesario" es que Cristo resucitado libera al mundo de su fatalidad y le ofrece una salida por el poder del Espíritu Santo actuando en todo el universo. Añadamos también que junto a los mártires de la sangre se encuentra el martirio "blanco" de los monjes, esos hombres que con su oración y su silencio, su transparencia y su paz, permiten a las energías divinas fecundar misteriosamente la historia. Aún más, junto a los mártires y los monjes hay que situar a todos nuestros fieles, conocidos o desconocidos, que cada día dan testimonio de una vida más fuerte que la muerte a pesar de las pruebas y de las burlas que han de soportar de quienes les rodean.


"¡Da tu sangre y recibe el Espíritu!" En la santa persona de nuestro Gran Mártir Demetrio el Myroblita el tiempo queda suspendido. Con él vivimos tanto el ayer como el presente. A través de él vemos desplegarse siglo tras siglo la cadena indisoluble de los mártires y los testigos de Cristo. San Demetrio ofrece sus sangre por su divino Maestro y, a cambio, recibe el Espíritu de Dios. Roguemos para que por su intercesión se nos conceda el Espíritu vivificante, el "agua viva" que su gracia irrigue sin cesar toda la creación y de la que tanta necesidad tenemos hoy día para saciar nuestra propia sed.



+ Arch. Demetrio

jueves, 1 de octubre de 2020

Oficios del mes de octubre de 2020 en la Catedral de Madrid


SÁBADO 03/10

Vísperas del Domingo …….....…….…..………...….…. 18:30


DOMINGO 04/10

II DE LUCAS; S. Hieroteo ob. de Atenas

Maitines …………………….…………………………. 09:30

Liturgia .……....….…….……….................................... 10:45


SÁBADO 10/10

Vísperas del Domingo ……...…….……………………. 18:30


DOMINGO 11/10

IV DE LUCAS (SS. PADRES VII CONCILIO ECUM.)

Maitines ……..…...…………………………………… 09:30

Liturgia …….…………………………………………. 10:45                                      

LUNES 12/10

SSMA. VIRGEN DEL PILAR, PATRONA DE LA HISPANIDAD

Liturgia ………….……………………………………. 10:15


MIÉRCOLES 14/10

PROTECCIÓN SSMA. MADRE DE DIOS (viejo cal.); SANTA PARASCEVA DE IAŞI TAUMATURGA

Liturgia ……..……...………………………………… 10:15

Súplica a la SSma. Madre de Dios ……..……………. 19:00                                      


SÁBADO 17/10

Vísperas del Domingo …..…………………………….. 18:30


DOMINGO 18/10

SAN LUCAS AP. y EV.; S. Marino el Anciano márt.

Maitines ……………….……………...………………. 09:30

Liturgia …….…….…………………………………… 10:45


VIERNES 23/10

SANTIAGO APÓSTOL, HERMANO DEL SEÑOR

ÓLEO SANTO ……........................…………………. 19:00


SÁBADO 24/10

Vísperas del Domingo …….……..……………………. 18:30


DOMINGO 25/10

VI DE LUCAS; SS. Marciano y Martirio Notarios mm.

Maitines …….………………………………………… 09:30

Liturgia ……..……………………..………………….. 10:45


LUNES 26/10

S. DEMETRIO GRAN MÁRTIR TAUMATURGO

Liturgia …….....………………………………………. 10:15                                    

 

ADEMÁS, DIVINA LITURGIA EN UCRANIANO CADA DOMINGO A LAS 13:00