lunes, 9 de noviembre de 2020

Homilía del Archimandrita Demetrio sobre San Nectario de Egina


Un Santo es un padre espiritual. Es un hombre o mujer que por la ascesis y la docilidad a la voluntad de Dios se ha realizado en él ese plan divino. Por eso en su vida terrena o después de ella han producido y siguen produciendo frutos de la gracia. San Nectario es un santo moderno. Murió en 1920, hace exactamente cien años. Existen fotografías de él y hasta no hace mucho tiempo vivían personas que lo conocieron.


San Nectario no realizó ningún milagro en vida, quizás por eso los está realizando después de su muerte. San Nectario fue aprendiz en Constantinopla con catorce años, maestro, monje en la Isla de Quíos y después sacerdote en Egipto, en el patriarcado de Alejandría. Fue elegido y consagrado obispo auxiliar del Patriarca y Administrador de la importante diócesis de El Cairo, donde, por entonces, vivían numerosos griegos y sirios ortodoxos. Después, como a veces sucede en la Iglesia, aparecieron las intrigas. Aunque tenía sus partidarios, sus detractores, también muy numerosos, maniobraron en contra del santo obispo y convencieron al anciano patriarca Sofronio para que actuara contra Nectario porque, según ellos, ambicionaba el Trono de Alejandría. Sin instruir el obligado proceso canónico se le obligó a renunciar a su cargo y, finalmente, fue expulsado de Egipto y obligado a marchar a Grecia.


Sus adversarios ya se habían ocupado de hacer llegar sus intrigas a Atenas y allí se le recibió con hostilidad. No había lugar para él, ni como obispo ni como clérigo, viviendo de limosna y pasando verdadera hambre. Finalmente, por intervención del Alcalde de Atenas, fue enviado a una lejana Diócesis como predicador. En la isla de Eubea iba con un borrico de pueblo en pueblo predicando el Evangelio, una especie de misionero diocesano. Su predicación era muy simple porque se dirigía a personas simples, pero de una densidad evangélica extraordinaria. La predicación continuaba luego con cartas dirigidas a sacerdotes o laicos de los pueblos por donde había estado. Algunos años más tarde, acertaron a pasar por aquellas tierras unos comerciantes de Alejandría que conocían a Nectario y al ver la situación de nuestro santo protestaron ante el obispo y las autoridades amenazándoles con denunciarlos. San Nectario fue entonces llamado para dirigir la Escuela de Teología "Rizarion", más bien un seminario para sacerdotes rurales  o de pequeñas parroquias, siendo recibido con frialdad por el Consejo que quería para los estudiantes una educación en filosofía  y ciencias modernas antes que la espiritualidad de Nectario.


Por su ejemplo, un grupo de jóvenes atenienses le comunicaron su deseo de hacerse monjas. Nectario buscó donde instalarlas y encontró un monasterio semiderruido en la isla de Egina. Renunció a su puesto de Director y se marchó como padre espiritual de aquellas jóvenes monjas a reconstruir el monasterio. Pero la lejanía no le ahorro sufrimientos porque el arzobispo de Atenas le perseguía de manera implacable, amenazándole con derribar el monasterio o con denunciarlo a las autoridades civiles. La obsesión contra Nectario llevaba al arzobispo a presentarse de improviso en la isla para recriminarle su aspecto o su actividad o bien lo llamaba a Atenas para insultarle con gritos que se oían hasta en la calle. Nectario jamás se defendía. Cuando terminaban los gritos sólo acertaba a decir: "El Señor esté contigo, Arzobispo" y se marchaba.


San Nectario vivió en la pobreza, no en una pobreza ostentosa, sino, simplemente olvidando que era un jerarca de la Iglesia. Cuando le diagnosticaron un cáncer de próstata ya era tarde para operar. En el hospital lo instalaron en la sala general y el cuidador nunca creyó que se tratara de un obispo porque no llevaba cruces de oro ni nada parecido. Se refería a él como "el pobrecito monje". Tras su muerte se lamentaba de no haberlo tratado con más honor. Tras dos meses de sufrimiento en el hospital murió el 9 de noviembre.


Por sus escritos, por la simplicidad de sus escritos, por creer en el Invisible, porque veía al Invisible, por el sentido de la dimensión religiosa que tanto falta en el hombre de hoy, san Nectario es un santo de nuestro tiempo. Devotísimo de la Santísima Virgen, compuso el conocido "Agní Parthene". En su vida, y hasta hoy día, fue un predicador del Evangelio y los peregrinos que van a Egina a venerar su tumba y pedir su intercesión, lo hacen también, sin que ellos lo sepan para recibir la fuerza, la gracia y la salvación del Evangelio.


¡Qué san Nectario cuide de nuestras vidas, pero, sobre todo, cuide de nuestras almas!


+ Archimandrita Demetrio