miércoles, 22 de febrero de 2023

Homilía Catequética ante el inicio de la Santa y Gran Cuaresma 2023

 





 

+ BARTOLOMÉ

Por la misericordia de Dios Arzobispo de Constantinopla-Nueva Roma

y Patriarca Ecuménico

al pléroma de la Iglesia.

Que la Gracia y la Paz de nuestro Señor y Salvador Jesucristo,

junto con nuestra oración, la bendición y el perdón sean con todos

Honorabilísimos hermanos Jerarcas y benditos hijos en el Señor:

Por la benevolencia y la gracia del Dios que es todo misericordia y bondad, viviendo ya el bendito y venerable período del Triodio, mañana comenzamos la Santa y Gran Cuaresma, la “arena” del ayuno y la “venerable abstinencia” que elimina las pasiones, durante la cual se revelan la profundidad y la riqueza de nuestra Tradición ortodoxa y el cuidado vigilante de la Iglesia por el progreso espiritual de sus hijos. Tal y como nos recuerda el Santo y Gran Concilio de Creta (junio de 2016), “la Iglesia ortodoxa, en estricta conformidad con los preceptos apostólicos, con los cánones sinodales y con la tradición patrística en su conjunto, siempre ha proclamado la gran importancia del ayuno para nuestra vida espiritual y nuestra salvación” (‘La importancia del ayuno y su cumplimiento en la actualidad, párrafo 1’).

En la vida de la Iglesia, todo tiene un sólido fundamento teológico y una referencia soteriológica. Los cristianos ortodoxos comparten la “lucha común” de la ascesis y el ayuno, “dando gracias en todo” (Tes 5,18). La Iglesia invita a sus hijos a participar en la carrera de los ejercicios ascéticos como itinerario hacia la Santa Pascua. Que el verdadero ayuno nunca es sinónimo de desaliento, pues está imbuido de la expectativa del gozo de la resurrección, es una experiencia central de la vida en Cristo. Nuestra himnología habla de “la primavera del ayuno”.

En este sentido, lejos de las estrecheces del dualismo neoplatónico y de los esfuerzos enajenantes para “mortificar el cuerpo”, el ascetismo genuino no puede de ningún modo tener como objetivo la aniquilación de un supuesto “cuerpo malvado” a favor del espíritu ni la liberación del alma de los tormentos de los que se encontraría presa. Tal y como se ha señalado, “en su expresión más auténtica, la ascesis no se dirige contra el cuerpo, sino contra las pasiones, cuya raíz es espiritual porque el intelecto es el primero que cae en manos de la pasión. Así pues, difícilmente puede el cuerpo ser el enemigo principal del asceta”.

El esfuerzo ascético pretende trascender el egocentrismo gracias al amor “que no se busca a sí mismo” y sin el cual quedamos esclavizados a nosotros mismos con nuestro “insaciable ego” y sus inagotables deseos. Al centrarnos en nosotros mismos, nos encogemos y perdemos nuestra creatividad, tal y como se ha dicho: “Todo lo que damos se multiplica, y todo lo que guardamos para nosotros mismos se pierde”. Por este motivo, la sabiduría de los Padres y la experiencia de la Iglesia asocian el período del ayuno a la “lluvia de misericordia”, a las buenas obras y a la filantropía, que son una clara prueba de la superación del amor propio y de la adquisición de la plenitud existencial.

Dicha plenitud es en todo tiempo una característica de la vida en la Iglesia. La vida litúrgica, la ascesis y la espiritualidad, el cuidado pastoral y el testimonio ante el mundo son expresiones de la verdad de nuestra fe, elementos interconectados y mutuamente complementarios de nuestra identidad cristiana que comparten el Reino escatológico como punto de referencia y orientación, así como plenitud y cumplimiento de la economía divina. Si bien es verdad que la vida eclesial en todas sus expresiones refleja y describe el venidero Reino del Padre, del Hijo y del espíritu Santo, es principalmente el misterio de la Divina Eucaristía, tal y como señaló el recientemente desaparecido Metropolitano Juan de Pérgamo, el que “expresa la Iglesia en su plenitud” (‘La imagen del Reino celestial, Megara 2013, p. 59). “La comunión pura”, la integración de nuestra existencia en la existencia de la Iglesia mediante la participación en la Santa Eucaristía, es el fin principal del ayuno, la “corona” y el “premio” de la lucha ascética (cf. Juan Crisóstomo, ‘Homilías sobre Isaías 4: De los Serafines’, PG 56.139).

Hoy día, en una época de desacralización de la vida en que la humanidad “les concede una gran importancia a cosas totalmente insignificantes”, nuestra misión cristiana es la elevación práctica de la profundidad existencial de nuestro “tríptico de la espiritualidad” ortodoxo, como la unidad inseparable entre la vida litúrgica, el ‘ethos’ ascético y la solidaridad, la esencia de la revolución de los valores en los campos del ‘ethos’ y la civilización que constituye la fe en Cristo y el don divino de la libertad de los hijos de Dios. Consideramos importantísimo vivir la Santa y Gran Cuaresma como revelación de la experiencia del verdadero significado de la libertad “con la que Cristo nos hizo libres” (Gál 5,1).

Con todo esto en mente, y con nuestros más vivos sentimientos de amor y honra, os deseamos a vosotros, nuestros venerables hermanos en Cristo e hijos espirituales de nuestra Madre Iglesia de todo el mundo, una apacible travesía por la “arena” del ayuno, e invocamos sobre todos vosotros la gracia y la misericordia de Cristo nuestro Dios, que siempre se deleita en la lucha ascética de su pueblo. A él pertenece el bendito y glorificado poder del Reino, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Santa y Gran Cuaresma 2023

 BARTOLOMÉ de Constantinopla

Fervoroso suplicante por todos ante Dios