miércoles, 28 de abril de 2021

Encíclica Patriarcal para la Santa Pascua (2021)


Nº Prot. 289

 

+ B A R T O L O M É

POR LA GRACIA DE DIOS

ARZOBISPO DE CONSTANTINOPLA-NUEVA ROMA

Y PATRIARCA ECUMÉNICO

A LA PLENITUD DE LA IGLESIA:

QUE LA GRACIA, LA PAZ Y LA MISERICORDIA

DE CRISTO RESUCITADO ESTÉN CON TODOS VOSOTROS

 

* * *

 

Habiendo completado la Cuaresma tan provechosa para nuestras almas y venerado la Pasión y la Cruz del Señor, he aquí que hoy somos hechos partícipes de Su gloriosa Resurrección, radiantes por la fiesta y proclamando con gozo inefable el anuncio que salva al mundo: “¡Cristo ha resucitado!”.

 

Todo lo que creemos, todo lo que amamos y todo lo que esperamos como cristianos ortodoxos está asociado a la Pascua, de la que todo deriva su viveza, mediante la cual todo se puede interpretar y en la que todo adquiere su verdadero significado. La Resurrección de Cristo es la respuesta del Amor Divino a la angustia y la expectación del hombre, pero también al “anhelo” de la creación que gime con nosotros. En la Resurrección ha sido revelado el significado de “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (1) y “Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno” (2).1

 

Cristo es “nuestra Pascua” (3), “la resurrección de todos”. Si la caída supuso la suspensión de nuestro peregrinar hacia la “semejanza divina”, en el Cristo resucitado el camino hacia la deificación mediante la gracia se abre de nuevo para “los amados de Dios”. Se obra el “gran milagro” que sana la “gran herida”, la humanidad. En el emblemático icono de la Resurrección del Monasterio de Cora contemplamos al Señor de la gloria que descendió “a las profundidades del Hades” y conquistó el poder de la muerte para surgir de la tumba como dador de vida, resucitando consigo a los antepasados de la humanidad y, a través de ellos, a toda la raza humana desde el principio hasta el fin, como liberador de la esclavitud del enemigo.

 

En la Resurrección la vida de Cristo se revela como liberación y libertad, pues “Cristo nos ha liberado… para la libertad” (4). El contenido, el ‘ethos’ de dicha liberación, que debe ser experimentado aquí de una manera digna de Cristo antes de ser perfeccionado en el reino celestial, es el amor, la quintaesencia experimental de la “nueva creación”. “Pues vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; ahora bien, no utilicéis la libertad como estímulo para la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor” (5). La libertad de un creyente, fundada sobre la Cruz y la Resurrección del Salvador, es una peregrinación hacia lo alto y hacia nuestro prójimo; es la “fe que actúa por el amor” (6). Es un éxodo del “Egipto de la esclavitud” y de las distintas alienaciones, la transcendencia como dádiva de Cristo de una existencia introvertida y marchita, la esperanza de eternidad que hace al hombre humano.

 

Al celebrar la Pascua, confesamos en la Iglesia que el Reino de Dios “ya ha sido inaugurado, aunque todavía no ha llegado a su plenitud” (7). A la luz de la Resurrección las cosas terrenas adquieren un nuevo significado, pues se ven transformadas y transfiguradas. Nada es simplemente “dado”. Todo se encuentra en movimiento hacia su perfección escatológica. Esta “premura desenfrenada” hacia el Reino, vivida especialmente en la asamblea eucarística, preserva al pueblo de Dios, por un lado, de la indiferencia hacia la historia y la presencia en ella del mal, y, por otro lado, del olvido de las palabras del Señor -“Mi reino no es de este mundo” (8)-, lo que marca la diferencia entre el “ya” y el “aún no” de la venida del Reino, de acuerdo con esta otra expresión más teológica: “El Rey ha venido -el Señor Jesús-, y su Reino aún está por venir” (9).

 

La característica principal de esta libertad del creyente otorgada por Dios es el implacable pulso de la Resurrección, la vigilancia y el dinamismo de esta libertad. Su carácter de don de la gracia no solo no restringe, sino que de hecho manifiesta nuestro consentimiento a dicho don y fortalece nuestro peregrinar y nuestra conducta hacia esta nueva libertad, que también contiene la restauración de nuestra relación de extrañamiento con la creación. El que es libre en Cristo no se encuentra atrapado en lo “absoluto terreno” como “los que no tienen esperanza” (10). Nuestra esperanza es Cristo, la existencia realizada en Cristo, el brillo y el esplendor de la eternidad. Los límites biológicos de la vida no definen su verdad. La muerte no es el final de nuestra existencia. “Que nadie tema a la muerte, pues la muerte del Salvador nos ha liberado. Era prisionero suyo y la ha aniquilado. El que descendió al infierno ha hecho a este cautivo” (11). La libertad en Cristo es la “otra creación” (12) del hombre, anticipo y modelo de la realización y la plenitud de la Economía Divina en el “ahora y siempre” del último día, cuando los “benditos del Padre” vivirán en persona con Cristo, “viéndolo a Él y siendo vistos por Él mientras gozan de los frutos del deleite sin fin que procede de Él” (13).

 

La Santa Pascua no es simplemente una fiesta religiosa, aunque sea la fiesta más grande para nosotros los ortodoxos. Cada Divina Liturgia, cada oración y súplica de los fieles, cada fiesta y conmemoración de los Santos y los Mártires, la veneración de los sagrados iconos, el “gozo abundante” de los cristianos (2 Cor 8,2), cada acto de amor sacrificial y de fraternidad, el aguante del dolor, la esperanza que nunca decepciona al pueblo de Dios, es una fiesta de la libertad. Todo esto irradia la luz pascual y rezuma la fragancia de la Resurrección.

 

En este espíritu, pues, glorificando al Salvador del mundo, que pisoteó la muerte con la muerte, os transmitimos a todos vosotros, honorabilísimos hermanos nuestros de todo el Orbe y muy amados hijos de la Madre Iglesia, un saludo festivo, y con una sola voz y un solo corazón bendecimos gozosamente junto con vosotros a Cristo por todos los siglos.

 

Dado en El Fanar,

Santa Pascua 2021

+ Bartolomé de Constantinopla

Ferviente suplicante por todos vosotros

Ante el Señor Resucitado

 

Para ser leído en la Iglesia después del Santo Evangelio, durante la Divina Liturgia en la fiesta de la Santa Pascua

 

NOTAS

 

(1) Gen. 1.26

(2) Gen. 1.31

(3) 1 Cor. 5.7

(4) Gal. 5.1

(5) Gal. 5.13

(6) Gal. 5.6

(7) Georges Florovsky, Bible, Church, Tradition, Belmont MA: Nordland Publishing, 1972, 36

(8) John 18.36

(9) Florovsky, op. cit., 72

(10) 1 Thes 4.13

(11) Homilía catequética de San Juan Crisóstomo sobre la Santa y Gloriosa Resurrección

(12) Gregorio el Teólogo, Poemas éticos 61.

(13) Juan Damasceno, Exposición de la fe ortodoxa, IV, 27.



Fotografía: Nikos Manginas / Patriarcado Ecuménico