viernes, 29 de abril de 2016

Encíclica Patriarcal para la Santa Pascua 2016


Nº de Protocolo 450

+BARTOLOMÉ
POR LA GRACIA DE DIOS
ARZOBISPADO DE CONSTANTINOPLA-NUEVA ROMA
Y PATRIARCA ECUMÉNICO
A TODA LA PLENITUD DE LA IGLESIA
GRACIA, PAZ Y MISERICORDIA 
DE CRISTO GLORIOSAMENTE RESUCITADO

Queridos hermanos e hijos en el Señor:

De todo corazón desde la sede del Patriarcado Ecuménico el saludo alegre "¡Cristo ha resucitado!". La resurrección de Cristo es el centro de nuestra fe ortodoxa. Sin la resurrección nuestra fe es "vacía" (1Cor. 15,14). El Verbo de Dios con Su resurrección divinizó al hombre creado a imagen de Dios y manchado por el pecado, y le dio de nuevo la posibilidad de volver a la semejanza, que había perdido por la desobediencia.

¿Qué significa, pues, la fiesta de Pascua, la victoria de la vida sobre la muerte, en medio de un mundo de violencia y guerras, por cierto, en nombre de la religión y Dios?

Muchos sabios han intentado encontrar la solución al problema de la muerte y el más allá a través de diversas teorías. Nosotros, los cristianos ortodoxos que celebramos la resurrección de Cristo de entre los muertos proclamamos valientemente la abolición de la muerte. Sabemos que el dador de la vida es el Verbo de Dios, en quien “hay vida” (Jn. 1, 4). Tenemos el feliz conocimiento de la Iglesia de que la muerte ha sido vencida por la Resurrección de Cristo. “Todo se ha llenado de alegría al recibir la prueba de la Resurrección”. Esta fe ilumina todas las facetas de la vida eclesiástica, centrada en la Eucaristía. El hecho de que en el mundo cristiano, principalmente en la Iglesia ortodoxa, la divina Eucaristía se conserva como el centro de su vida y espiritualidad unida inseparablemente a la resurrección que es el núcleo de la fe, el culto y la moral de la Iglesia. Por esta razón la función eucarística es siempre festiva y alegre y ligada principalmente a domingo, el día de la Resurrección del Señor.

La expresión más dramática e interpretación de la resurrección y de su fuerza renovadora es el icono de la bajada del Señor Jesucristo a Hades como el que admiramos aquí en el Monasterio de Cora. El Señor de la gloria descendiendo hasta los fondos del infierno y derribando las puertas del mismo, sale victorioso levantando consigo a Adán y Eva, es decir a toda la raza humana desde el principio hasta el final. “Ahora todo se llena de luz, el cielo, la tierra y el infierno.” La creación pasa del reino sombrío de la muerte a la luz sin ocaso del Reino de Dios. El participante fiel es llamado a predicar el Evangelio de la libertad en Cristo “hasta los confines de la tierra” (Hch.1,8). 

La Madre Iglesia, viviendo al mismo tiempo el misterio de la cruz y la resurrección nos invita hoy a acercarnos “portando velas” y “celebrar juntos la Pascua salvífica de Dios.”

Debido a que, por la resurrección de Cristo, la humanidad nos hemos convertido en un solo pueblo, unámonos en un solo cuerpo. Con la cruz y su resurrección, Cristo destruyó definitivamente el enemigo existente. Por lo tanto, nuestra Iglesia ortodoxa, Una, Santa, Católica y Apostólica, es la Iglesia de la reconciliación de todas las cosas, la Iglesia del amor a todos los hombres, amigos y enemigos. Todos reconciliados, llenos de vida nueva, la vida verdadera, hechos conciudadanos de los santos y familiares de Dios (Ef.2, 15-20).

Por desgracia, en la actualidad el terrorismo, las guerras y, en general, la exterminación de la vida humana continúan. El dolor y el sufrimiento de las víctimas, difundidos rápidamente a través de los medios de la tecnología moderna, atraviesan la atmósfera y desgarran nuestro corazón. De manera que los líderes de la humanidad, políticos, espirituales y eclesiásticos, tenemos el deber y la obligación por amor de actuar en lo que sea apropiado para la evitación de tales situaciones insólitas.

En medio de este actual “mundo absurdo,” nosotros, los cristianos ortodoxos estamos llamados a dar buen testimonio de amor y ofrecer a nuestros conciudadanos sólo amor.
La Pascua no es para los ortodoxos fieles un escape momentáneo de la oscura realidad del mal en el mundo, es la certeza inquebrantable de que Cristo que pisoteó la muerte por la muerte y resucitó de entre los muertos, está con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo (Mt. 28, 20).

Esto, hijos y hermanos, este año es el Mensaje Pascual del Santo, Apostólico y Patriarcal Trono Ecuménico, el Sagrado Centro de la Ortodoxia, a todos nuestros conciudadanos: que Cristo ha resucitado y ha aniquilado el estado de la muerte, el estado del poder  del fuerte sobre el débil y que sólo trata la vida con amor y cariño y de  misericordia y gracia inagotables de Cristo resucitado, que cubre todo el universo de extremo a extremo; basta que las personas entendamos que Jesucristo es la luz verdadera y que en él hay vida, y la vida es la luz de los hombres (Jn, 1, 3-4). Este es nuestro mensaje a todos los líderes políticos y espirituales de este mundo. 

Venid, pues, recibid la luz de la luz sin ocaso de Fanar, que, como la luz de Cristo, como luz de amor ilumina a todos. Y, en Él “no hay ninguna oscuridad” (1Jn.1,5). Escuchemos, hermanos e hijos, este Evangelio de alegría y como ortodoxos aplaquemos el dolor de la humanidad moderna, con nuestro propio amor y sacrificio.

Gloria al Dador de la vida, al que muestra la luz, el amor y la paz al mundo y a cada uno de nosotros personalmente. Gloria al Rey de la gloria, Jesucristo, Vencedor de la muerte y guía de la vida.

Fanar, Santa Pascua 2016
+Bartolomé de Constantinopla
ferviente suplicante a Cristo Resucitado
por todos vosotros